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¿Querés sanar el vínculo materno?

  • Foto del escritor: María Cad
    María Cad
  • 27 feb 2019
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 22 abr 2019

Venenos y antídotos que recibimos de nuestras madres


Cuando salimos al mundo traemos un bagaje de creencias aprendidas que nos transmitió nuestra familia, y especialmente nuestra madre. Es un paquete inconsciente, que repetimos en automático y nos hace funcionar de una determinada manera. En él hay cosas muy positivas que nos ayudan a crecer y también barreras y limitaciones que nos pueden generar problemas de todo tipo.


Las madres no hacen esto maliciosamente (excepto las personas con trastorno narcisista de la personalidad): tratan de transmitir lo que creen que es mejor, sus propios programas que recibieron de generaciones anteriores.


Sanar el vínculo materno


Atención: si sólo estás aquí para culpar a tu madre o tu abuela; o para tener un spitch “es que soy así” o “porque me hicieron esto y aquello”, dejá de leer, cerrá la página y seguí tu vida.


Seguís ahí. Bien. No voy a darte una receta: voy a darte dos metáforas, porque es como el inconsciente entiende mejor, así podés tener un “momento ¡ajá!” y tomar una decisión.


PD: si sos varón y estás leyendo estas líneas, nada más cambiá el género de los sustantivos y adjetivos, ya que también has probado de este veneno y necesitás el antídoto.


La manzana envenenada


Los programas que hemos recibido de nuestra madre se parecen a la manzana envenenada de Blancanieves. Las manzanas son muy sanas, de hecho se usan como referencia al cuerpo humano por su geometría al cortarlas.

Una manzana envenenada simboliza los elementos vitales tergiversados de tal forma que la esencia de la persona se pierde. Son esos mensajes contradictorios que recibimos desde que tenemos memoria (y que son especialmente fuertes en las familias disfuncionales)


La manzana de Blancanieves es un veneno que tomamos acerca de nosotras mismas y los demás:

  • Como soy o como debo ser: estar en todo, cuidar de todos, cuidarte de todos, estar ahí para todos sin esperar reconocimiento, el cuerpo es defectuoso, la menstruación es una maldición, nadie quiere a las mujeres feas y eres fea si no te maquillas y te vistes bien, las mujeres decentes no andan callejeando, no puedes trabajar ni ser libre sino que otra persona te solucionará las cosas, la mujer es la culpable de todos los males del mundo, si te pasa algo es tu culpa, etc.

  • Como son los demás y como es el mundo: los hombres son infieles, los amigos te traicionan, no existe la amistad entre el hombre y la mujer, las mujeres que llegan alto es porque se prostituyeron, el dinero es malo, todos los hombres son iguales, los hombres son animales inferiores que no pueden controlar sus impulsos, las mujeres son emotivamente descontroladas, si te enamorás perdés, hay que hacer cualquier cosa para tener un hombre, las mujeres solo sirven para trabajos de mujeres, los hombres tienen que ser exitosos o no son nadie, detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, las personas cambian por amor, el amor es tolerar/soportar al otro, etc.

El efecto de este veneno va desde quedarse aniñada, una personalidad dependiente o pasiva, quedarse tras bambalinas, desconfiar de los demás y de las propias señales, atraer relaciones de pareja y amistades tóxicas, querer ser excesivamente buena, o sentirse atacada todo el tiempo, no animarse a emprender el propio negocio, hacerse cargo de todos los familiares y de los problemas ajenos. Una larga lista de etcéteras.


Este veneno lo fuimos bebiendo desde antes de nacer inclusive. Como en el cuento, es una bomba de tiempo que explota cuando en la pubertad o más adelante salimos al mundo: una relación romántica, amistades, la universidad, el primer trabajo, la necesidad de ser reconocida por otros, las responsabilidades del mundo adulto, de las relaciones, de la maternidad o el propio hogar.


Te voy a dar unos pocos ejemplos de cómo nos comportamos cuando hemos comido el veneno:

  • La arregladora permanente, la que quiere ser la gran mujer detrás de un gran hombre

  • La rescatadora, la que quiere que cambie por amor

  • La que reduce su vida a los demás y sólo da y nunca recibe y se queda sin baterías y revienta de bronca pero le da culpa. Se deja manejar por culpa.

  • La madre abnegada que en el fondo está frustrada porque hubiera deseado disfrutar más su relación antes de dedicarse 26hs al día a una criatura o que siente que perdió toda libertad y sólo tiene cargas.

  • La amante a la eterna espera del que no se la va a jugar porque no está disponible (como no lo estaban sus padres)

  • La mujer autosuficiente que se acoraza y rechaza toda relación intima y profunda para no sufrir ni perder su autonomía y seguir siendo una fuerte luchadora.

Despertar del veneno


Todos estos venenos nos tienen viviendo como zombis, sin vitalidad, siguiendo un sueño que no es nuestro, obsesionadas, controladoras, desmotivadas, anuladas o excesivamente activas, un manojo de nervios por ser perfectas que se transmite en odio al cuerpo.


Pero justamente el cuerpo y las emociones son las balizas que nos llaman cuando extraviamos el rumbo. Todos nacemos perfectos, pero el veneno nos dice que no lo somos y empezamos a creer y vivir en esa mentira. Tu madre la creyó, tu abuela la creyó, las generaciones anteriores la creyeron. Pero el cuerpo siempre sabe cómo era nuestro diseño original, y reacciona. Hay que volver a escucharlo.


Comernos la manzana nos paraliza, nos quita la energía, detiene el tiempo.


En el cuento llega un hombre a despertarnos. No querida, no era un hombre ni viene de afuera, no era apología del príncipe azul. Es nuestro masculino interno.


Todos los seres humanos tenemos un aspecto femenino y masculino, como el yin-yang. Nuestro aspecto masculino es que nos permite accionar, protegernos, construir, avanzar. Para que Blancanieves despierte, su lado masculino tiene que entrar en escena y ayudarla a actuar.


Es el momento y la oportunidad de renacer: rechazar el veneno y nutrirnos del amor real y construir nuestro verdadero sueño. Para ello tendemos que comer de otro fruto: la manzana de Eva


El antídoto: la manzana de Eva


¿Cómo que la manzana de la maldición de la humanidad?

¡Ninguna maldición ni caída!

Eva y Adán tenían libre albedrío como tenemos nosotros hoy y es lo que nos diferencia de las demás criaturas: tenemos la capacidad de elegir. En el Jardín estaba el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, es decir la dualidad. Cuando comieron esta manzana empezaron a ver en términos de blanco y negro, a percibir que Eva era distinta de Adán (el polo femenino y el polo masculino) y de Dios y de las demás criaturas del Paraíso. No fueron expulsados, se sintieron expulsados al conocer y experimentarse como individuos. Pero nunca dejaron de ser parte de la Divinidad en los demás planos de existencia.


Comer la manzana de Eva es recordar que tenemos libre albedrío, es nuestra cualidad más sagrada (y todo aquel que quiera que renuncies a ella te está usando y alimentándose de vos). Es recordar que podemos discernir, diferenciar las cosas y decidir. Y que hay una perspectiva mayor de las experiencias y los porqués.


Asique en este punto tienes que decidir qué hacer:

  • Coleccionás más manzanas envenenadas, te las seguís comiendo y se las das a tus hijas y amigas en automático “porque así es el mundo”

  • o te unís a tu fuerza interna, a tu discernimiento y consciencia y buscás re-crear tu diseño sano original y perfecto, tomando también las cosas buenas que tu madre te trasmitió y sabiendo que lo que ves como otro polo de vos misma, en otro plano son una misma energía.

Para hacer tu vida tomando lo mejor de tus padres y desechando lo no tan bueno, hay que hacer las paces con todo lo que recibimos, reconocer lo positivo y hacer el duelo por lo que no tuvimos. Además ¡ya somos adultos y si no tuvimos nada bueno antes, nos lo podemos dar nosotras mismas!


También hay que cuestionarse qué de todo eso era verdad y qué es mentira para la persona que soy y quiero ser. Y dejar de creer las mentiras, detectar donde se colaron y reemplazar los hábitos infectados por hábitos acordes a quién quiero ser. A veces está muy escondido, y necesitarás una terapia profunda para sacarlo a la luz.


Entre todo lo que recibiste, tenés que reconocer que el ejemplo de tu madre te ha dado los valor que necesitas para decidir tu vida: sea por el ejemplo de lo que sí querés o de lo que no querés. Ella te ha impulsado. Tu padre también. Vas a necesitar mucha compasión y amor por tu propia historia, tus decisiones y tus emociones.


Sobre todo necesitas actuar: Es la acción, la decisión lo que sana, no el conocimiento. Es importante ponerle nombre a lo que nos pasa, pero si no hacemos nada es como leer el prospecto y no tomarse el remedio.


Consejo: busca una terapia que borre esas creencias de raiz, que vaya al origen y además de ver lo que pasó, te guíe para cambiarlo. Si es tu momento de reescribir tu historia sólo tenés que tomar la decisión. Podés empezar tu tratamiento de obsidiana o te puedo recomendar otro profesional.



Ahora contame ¿Qué creencias han impactado más en tu vida? ¿Hubo algún momento que fue suficiente de todo y tuviste que tomar una decisión? Si ya empezaste a ver a tu madre con otros ojos, ¿qué creencias y actitudes positivas viste que te dejó?






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